Clases de sexualidad femenina para veteranos

La líbido es ese rehén siempre dispuesto a ser liberado, no cuando tú anhelas sino cuando los secuestradores aflojan.

En tiempos de pandemia hacemos talleres de tantra online. Sin tocarnos, sin olernos, a años luz de sentir el restregoneo terráqueo y verdadero.

50 ventanitas ocupadas por bragas y solo uno o dos calzoncillos dispersos, nebulosos.

Cabalgamos a solas en nuestros lechos. Fingimos suspirar. Perreamos sobre la blanca almohada. Aceite del pecho al pubis y viceversa (sábanas por lavar) mi líbido como una perra vieja, ciega, sorda… ¿por qué me miráis así? Me concentro en mis pies. Un buen masaje, eso sí que me pone. Incluso un masaje mediocre. Cualquier roce mediocre es más efectivo que esa obsesión masculina absurda de querer meternos el dedo hasta la campanilla desde el primer minuto. Eso es el final de la película. Faltan al menos 45 minutos de metraje donde está lo más interesante e imprevisible. Lo del dedo se veía venir, pero la de vericuetos que puede tener la historia hasta llegar al húmedo desenlace…. Si desde el inicio te llevas todo el fluído disponible me quedo más seca que una nuez y así no circula bien el chi(chi). Además, ¿por qué debería desear aumentar mi líbido? Bastantes problemas tengo ya estando asexual…

-Hey

-Hola

-Voy a ir a verte

-¿Cuándo?

-Pronto

Y el calor inunda mi entrepierna, los crackas irradiando como un árbol navideño recién enchufado. El corcho de la sidra: ¡POP! salta hasta la terraza de la vecina.

Basta la esperanza de un verdadero contacto piel con piel para que estalle el reburbujeo del adn mitocondrial, ya sabes, las ancestras haciendo palmas… ¿Lo ves? no era tan difícil. Se me corta la respiración tántrica. Y mi líbido chorrea.